El hombre que se puso a sembrar maíz

Había una vez un señor sin trabajo que decidió que debía hacer algo porque si no se moriría de hambre, pero no sabía qué. Cuando se hizo de noche, mientras dormía, tuvo un sueño. En ese sueño se le apareció una serpiente emplumada que hablaba y ella le dijo:

―Si buscas trabajo, encuentra un campo que sea fértil y allí siembra esto ―la serpiente le dio al hombre una de sus plumas.

El hombre fue en busca de ese campo, pero él no sabía lo que era sembrar. Mientras buscaba, se encontró un lago, tomó un poco de agua y la guardó en una botella de barro que llevaba colgada a la cintura y, luego la tapó. Siguió caminando, pero no hallaba nada.

De repente, de entre las montañas salió un ave y se llevó la pluma que le había dado la serpiente emplumada. El hombre corrió, corrió y corrió pero no podía alcanzarla. Sin más esperanza, aquel señor se estaba quedando sin energía y el ave ya había desaparecido.

De pronto, a lo lejos pudo ver tirada en un campo la pluma que le había dado la serpiente. Corrió para recogerla y cuando la tomó, vio que frente a él estaba el ave que se había robado la pluma. El ave estaba volando sobre un lugar que no conocía. El animal dejó de volar y se paró sobre su hombro y luego le dijo:

―Este es un campo fértil, es un maizal y el maíz crece aquí. Si quieres trabajar, hay mucho que hacer. Te diré que tienes que escoger la semilla que esté bien, hacer hoyos para sembrarla y cubrirlos nuevamente. Habrá que ponerles abono y darles mucha agua. Lo último, es esperar a que crezca el cultivo para poder cortarlo. Ya que tienes el maíz, lo desgranarás, lo meterás en costales y lo venderás. Así lo harás siempre. También puedes comerlo ―el ave terminó de hablar y salió volando.

Sin más que hacer, desde ese momento el hombre se dedicó a sembrar maíz, a venderlo y a comerlo.




Julio, 12 años

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